
La exposición de un off the record del ministro Caputo evidenció lo que los números ya marcaban: el ancla fiscal también tiene fuga, las reservas no alcanzan y el tipo de cambio vigente es insostenible en el mediano plazo.
Elon Musk se arrepintió del show con Milei y la interna republicana en EE.UU. ahora le pasa factura al Presidente argentino. El costo de pelear en guerras que no son propias.
Actualidad02/07/2025A Javier Milei le gusta verse como un actor de la política global. Pero cuando uno juega en las grandes ligas, cada gesto tiene consecuencias. Elon Musk —que alguna vez agitó la motosierra en su nombre— ahora da marcha atrás y marca distancia. Y el costo de esa escena, celebrada en su momento como un hito libertario, hoy le estalla en las manos al Presidente. Porque las internas de otros, tarde o temprano, también se cobran localmente.
El 20 de febrero pasado, en la cumbre conservadora CPAC, Javier Milei se subió al escenario con su símbolo de campaña: la motosierra. No fue una simple aparición. Fue una coreografía política, planeada y difundida como acto de alianza ideológica con los popes del nuevo conservadurismo global. Elon Musk tomó la motosierra, la alzó y sonrió. El mileísmo lo celebró como si fuera un respaldo geopolítico. Pero esta semana, Musk se arrepintió públicamente. “Me faltó empatía”, escribió. Y lo que parecía una escena icónica del relato libertario argentino quedó reducida a un error ajeno.
Una escena, un efecto boomerang
La imagen del Presidente argentino obsequiando su motosierra a Musk fue vendida como señal de liderazgo e integración a las grandes discusiones del mundo. Pero detrás del show hubo un error de cálculo: meterse en una interna norteamericana sin red.
Hoy, Musk y Trump se cruzan públicamente, se amenazan con fiscales, subsidios y deportaciones. En ese fuego cruzado, la Argentina quedó como un actor decorativo de una obra ajena. Lo que fue lectura de protagonismo ahora aparece como ingenuidad diplomática.
Milei no hizo alianzas de Estado. Hizo gestos con nombres propios. Y cuando esos nombres entran en crisis, la línea se corta. Musk ya no lo necesita. Y Trump —si vuelve a imponer orden— no lo prioriza. En ese vaivén, el Presidente argentino se queda con la motosierra sola en la mano.
De la geopolítica al show
Milei construyó buena parte de su perfil internacional desde el espectáculo: discursos encendidos, selfies con poderosos, frases para titulares. Pero la política global tiene otra lógica. No se trata solo de afinidades ideológicas, sino de intereses permanentes. Y Estados Unidos, como potencia, no milita causas ajenas: las usa, si sirven.
Cuando Musk agitó la motosierra, lo hacía dentro de una narrativa interna sobre el Estado norteamericano. Hoy, en disputa directa con Trump, se desmarca de toda escena que pueda parecerle costosa. Y Milei, que no supo leer el momento, quedó pegado a un símbolo que ya ni su promotor quiere recordar.
No todas las guerras son propias
Hay un principio básico en política exterior que el mileísmo parece ignorar: no conviene comprometerse en peleas donde no se tiene poder ni voto. El conflicto entre Trump y Musk escala y Milei quedó en el medio sin margen. Porque no hay ganancia posible si tu foto se vuelve argumento de la contra. Ni Trump ve a Milei como aliado estratégico, ni Musk piensa sostener su gesto.
Y en Argentina, la lectura empieza a cambiar. El electorado ya no celebra cada aplauso internacional si no hay mejoras concretas. Las gestualidades externas, sin respaldo interno, se diluyen. Y si encima te quedás solo, el bochorno es doble.
La motosierra fue útil en campaña, sirvió para construir un personaje. Pero gobernar no es show. Y la diplomacia, menos aún. Elon Musk se arrepintió de alzar el símbolo de Milei. Lo hizo porque entiende que el poder no se improvisa, y que cada gesto tiene retorno. Milei todavía no.
En un mundo en crisis, alinearse sin estrategia no es valentía: es torpeza. Y si la motosierra vuelve sola al galpón, quizás sea momento de revisar si valía la pena sacarla para la foto. Musk ya bajó la motosierra. Y Milei empieza a notar que no todos los gestos sirven para sumar poder real.
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