Milei, entre aplausos del Fondo y la falta de la gobernabilidad

El FMI elogió los “avances” de Milei contra la inflación, pero lo retó en público: sin reservas en el Banco Central y sin acuerdos políticos, no habrá sostén posible. Palmaditas en Washington, ansiedad en los mercados y una pregunta incómoda: ¿de qué sirve el respaldo si el Gobierno quema dólares y no construye puentes?

Actualidad02/10/2025
NOTA

El FMI: “Acumulen reservas y armen política”

 

Las conferencias del FMI suelen ser burocráticas, frías. Pero esta vez la voz de Julie Kozack sonó a sermón: “Fortalecer la confianza requiere acumular reservas y un amplio apoyo político”. Traducción al criollo: Milei, dejá de quemar dólares y empezá a negociar con alguien. Porque ni los tecnócratas del Fondo pueden sostener un programa que se queda sin divisas y sin gobernabilidad.

 

El Fondo lo repite cada semana como quien le recuerda a un deudor que pague la expensa. Ya no se trata de tecnicismos: las metas de acumulación no se cumplieron, la medición se cambió de trimestral a anual para ganar aire, y aun así el Banco Central no junta un dólar. En paralelo, el Presidente veta leyes de hospitales y universidades, se pelea con todo el arco político y se aísla detrás del relato del “déficit cero”. El FMI lo tolera, pero le avisa: sin reservas y sin política, no hay plan que aguante.

 

Mientras tanto, en el mercado las cuentas son brutales. El 9 de enero vencen US$ 4.400 millones en Bonares y Globales. Sin caja, esa fecha se convierte en fantasma. El Fondo lo sabe y por eso no se limita al ancla fiscal: pide respaldo político. Porque los inversores no solo miran balances, miran la capacidad de un gobierno de aprobar leyes, negociar con provincias y garantizar continuidad. Y ahí Milei ofrece la peor postal: tres vetos volteados en el Congreso en un mes, gobernadores a la intemperie y una Casa Rosada atrincherada.

 

El Fondo, eso sí, no suelta la mano. Recuerda que están alineados el Banco Mundial y el BID, que suman líneas por casi US$ 8.000 millones, y menciona la foto con Trump como activo geopolítico. Pero lo de Scott Bessent marcó el límite: “No estamos poniendo plata en Argentina, sólo swap”. Palmadita diplomática, pero ningún dólar fresco. Y un swap no compra paz cambiaria: es un asiento contable, no un poder de fuego.

 

La ironía es cruel. Milei pide ayuda al Tesoro norteamericano mientras quita retenciones y habilita ventas a China que enojan a los farmers trumpistas. Pide confianza al FMI mientras dinamita consensos internos y convierte al Congreso en su enemigo. Y busca sostener el tipo de cambio con intervenciones que devoran las pocas reservas que quedan. En ese cóctel, el respaldo del Fondo es casi un chiste de humor negro: “lo apoyamos, pero que se ayude”.

En la city lo leen claro: el Fondo pide reservas porque sabe que no hay colchón; pide política porque ve que no hay acuerdos. Los bonos suben dos puntos con un tuit y caen tres con una entrevista. Y en la calle, lo que pesa no es la retórica del déficit cero sino el precio del paquete de fideos.

 

El Gobierno celebra cada guiño del Fondo como si fueran billetes. Pero lo que llega son comunicados, no dólares. Lo que piden son consensos, no discursos. Y lo que advierten es obvio: ningún programa económico sobrevive sin reservas ni apoyo político. Milei puede gritar “déficit cero” hasta quedarse sin aire; lo que gritan los mercados es otra cosa: caja y gobernabilidad.

 

El FMI lo dijo con tecnicismo, pero el mensaje fue letal: si el Gobierno no se ayuda, nadie lo va a salvar. Y en esa soledad se dibuja el verdadero riesgo: que a Milei le queden slogans, pero no tiempo.

 

 

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