Sin consensos y con vetos, para Milei es “todo o nada”

La Cámara baja le marcó los límites y los gobernadores olieron sangre. El Presidente endurece su postura y habla de “golpe institucional” cuando no se aprueba su plan tal cual lo imagina. La pelea real es por recursos y poder, y no hay señales de que baje la guardia.

Política 11/08/2025
NOTA

En política, no hay nada más caro que perder el control de la agenda. Y eso es exactamente lo que le pasa a Javier Milei: cada semana en el Congreso es un nuevo recordatorio de que sin mayoría legislativa y sin capacidad de construir alianzas estables, su gobierno depende de un equilibrio cada vez más frágil. La Cámara baja, con una coordinación opositora que crece, le propinó un 12 a 0 que duele más que cualquier insulto que haya lanzado en campaña.

 

El Presidente llegó al poder con un discurso incendiario contra la “casta” y una promesa de barrer con las prácticas de la política tradicional. Hoy, esas mismas prácticas —negociación, consensos, acuerdos de mínima— son las que necesitaría para sostener su bandera más preciada: el superávit fiscal. Y no las tiene. Lo que sí tiene es un manual de resistencia en el que cada proyecto que no se ajusta a su diseño original es etiquetado como una emboscada institucional.

 

Un Congreso que huele miedo

 

En el oficialismo repiten que “defender el veto es defender el programa económico”. Pero en los pasillos del Congreso se siente otra cosa: olor a oportunidad. La oposición, entendió que cuando se ordena supera cómodamente los dos tercios. Eso significa que, si se alinean, pueden voltear vetos.

 

Las últimas movidas lo demuestran: comisión investigadora por el caso $LIBRA, coparticipación automática de ATN, cambios en el reparto del impuesto a los combustibles, emergencia en ciencia y tecnología, régimen de salud mental. Una agenda heterogénea, pero unida por un factor común: todas tienen impacto fiscal. Para Milei, son bombas contra el equilibrio presupuestario. Para los gobernadores, son herramientas para asegurarse caja y margen político.

 

La novedad es que los mandatarios provinciales ya no se limitan a presionar en privado: ahora lo hacen en público, con proyectos y votos en comisiones. Y la matemática es implacable: si se animan a llevar esa mayoría al recinto, el blindaje de los vetos se resquebraja.

 

Gobernadores en campaña y billetera en juego

 

En el mapa realpolitik, los recursos son el oxígeno de la política. Milei lo sabe. Por eso retuvo ATN, ajustó transferencias y usó la billetera como látigo. Pero la cercanía electoral y las señales de debilidad legislativa cambiaron el tablero. Los gobernadores, con sus propios comicios en agenda, no van a llegar a octubre con las manos vacías.

 

Karina Milei intentó compensar el aislamiento con pragmatismo: cerró acuerdos con radicales como Alfredo Cornejo y Leandro Zdero, con el PRO de Rogelio Frigerio y con sellos provinciales. Pero hay distritos donde esos aliados circunstanciales se transformaron en adversarios y ahora tienen incentivo para negociar voto a voto. Provincias Unidas, ese bloque “light” de cinco mandatarios, es un ejemplo: pueden salvar al Presidente o dejarlo expuesto, según la coyuntura y el precio.

 

Mientras tanto, en otras latitudes, LLA compite directamente contra oficialismos provinciales que hasta hace poco eran socios. Corrientes y Jujuy son casos testigo: la UCR gobierna y ahora enfrenta a listas libertarias. Ese tipo de quiebres no se olvida y, en el Congreso, puede traducirse en facturas políticas.

 

La cadena nacional: más crisis

 

El viernes, Milei sorprendió con una cadena nacional donde explicita todo su razonamiento político: “Me van a sacar con los pies para adelante”. Una forma de expresarse más propio de una crisis institucional interna que de una amenaza real. El decisor político persuade y contiene. En este caso, la sociedad ve el abismo.

 

El discurso fue un alegato técnico a favor del déficit cero y un ataque político contra la oposición, a la que acusó de “genocidio” por aprobar gastos sin financiamiento. El Presidente anunció que enviará un proyecto para penalizar a legisladores que voten presupuestos con déficit y prohibir que el Tesoro se financie con emisión monetaria. Un mensaje de pureza fiscal que entusiasma a su núcleo duro y a los mercados más ideológicos, pero que no cambia un dato central: no tiene los votos para que esa agenda pase el filtro del Congreso.

En realpolitik, no importa cuán impecable sea tu hoja de Excel si no podés garantizar la aritmética parlamentaria.

 

Vetos en riesgo y final de la inmunidad

 

En el Senado, LLA ya sufrió un 6 a 0. En Diputados, el 12 a 0 de la última sesión fue un golpe más duro: no solo por la magnitud, sino porque muchas de esas votaciones rozaron o superaron los dos tercios. Ese es el número mágico que define si un veto presidencial se sostiene o se cae.

 

El oficialismo sabe que sin ese blindaje, el superávit fiscal —que ya es cuestionado por su costado financiero, donde no se computan intereses de deuda— queda en el aire. Lo que Milei vende como un éxito innegociable, para los opositores es un techo que se puede romper. Y si se rompe, el modelo se queda sin su argumento estrella.

 

En ese contexto, la lógica de “todo o nada” es una apuesta peligrosa. Cuando no se tiene mayoría, construir poder implica ceder algo para ganar otra cosa. Milei, en cambio, insiste en que cualquier concesión es traición. Esa rigidez alimenta la narrativa de sus adversarios y les da margen para avanzar en agenda propia.

 

El remate es simple y brutal: Milei empezó su mandato prometiendo que el Congreso no le marcaría el paso y hoy ese Congreso decide cuándo y cómo lo pone a la defensiva. Cada derrota legislativa no solo erosiona su poder fiscal, sino que expone la fragilidad de un modelo que no aprendió —o no quiso aprender— a negociar en minoría. En política, el todo o nada es la carta favorita de los que creen que nunca les va a tocar perder. Hasta que pierden.

 

Las últimas votaciones en Diputados mostraron mayorías que rozan los dos tercios, el número que puede voltear vetos y dejar expuesto el corazón fiscal del Gobierno.

 

Gobernadores con elecciones en agenda presionan por ATN y combustibles, fondos vitales para sus provincias y que para Milei son detonarle su plan.

 

 

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