Show me the money: Milei pide aire, el mercado pruebas

El equipo económico viajó de urgencia a Washington para coordinar el supuesto rescate del Tesoro de Estados Unidos, pero los inversores siguen esperando señales reales.

Política 05/10/2025
nota

Mercado, deuda y promesas

 

Mientras el riesgo país sube y el dólar se recalienta, el Gobierno se aferra a promesas de swaps, posteos diplomáticos y un anuncio de “inversiones sin precedentes” que, por ahora, no se ven.

 

 

La semana cerró con la economía en modo montaña rusa: riesgo país arriba, bonos en baja y un viaje exprés de Luis Caputo al norte. Washington volvió a ser el punto de peregrinaje para un gobierno que necesita dólares y, sobre todo, confianza.

 

Pero los mercados ya no compran titulares: quieren hechos. Show me the money, fue la frase que corrió por los escritorios de las mesas de inversión.

Desde que se anunció el “apoyo” de la administración Trump, la expectativa se infló como globo de cumpleaños. Hubo un rally inicial de bonos y acciones, pero la euforia duró lo que dura un tweet: el dinero no aparece y el crédito internacional sigue cerrado.

 

El problema de fondo es estructural: la Argentina no logra convencer al mundo de que puede volver a financiarse. Sin acceso a los mercados, el riesgo país sube, crece la expectativa de devaluación y se hunden los activos. Un círculo perfecto… de desconfianza.

 

La ilusión americana

 

En ese contexto, el embajador estadounidense Peter Lamelas tiró una frase que el Gobierno recibió como un electroshock de optimismo:

El mensaje, publicado en X, buscó mostrar respaldo político en la antesala del encuentro entre Caputo y el secretario del Tesoro, Scott Bessent. La promesa sonó a salvavidas, pero en el mercado nadie vio el bote.

 

Por ahora no hay desembolsos directos, solo versiones sobre un swap de monedas de hasta 20 mil millones de dólares entre la Reserva Federal y el Banco Central. Y un supuesto crédito del Fondo de Estabilización del Tesoro (ESF) que, en el mejor de los casos, serviría para oxigenar reservas, no para reactivar la economía.

 

El Gobierno lo celebra como una victoria geopolítica. Los analistas lo leen como una señal de que Washington prefiere el tutelaje al rescate. Es decir: te acompaño, pero no te presto la chequera.

 

Entre la fe y la inflación

 

Mientras el Gobierno arma PowerPoints en inglés para convencer al Tesoro norteamericano, la economía doméstica sigue cayendo a tierra.

 

La inflación dejó de ceder, el consumo se paralizó y el salario real perdió casi un tercio desde noviembre. El superávit fiscal se sostiene licuando jubilaciones y salarios públicos.

 

El Banco Central, en tanto, gasta reservas para mantener el dólar debajo de los 1.500 pesos. Solo el viernes pasado se fueron 230 millones de dólares: una intervención que muestra que las “bandas cambiarias” ya no son promesa, sino anestesia.

 

En el Gobierno dicen que todo es parte de la transición hacia un orden monetario “estable y libre”. Pero en la práctica, el país vive en estado de respiración asistida: sin crédito, sin reservas, con expectativas desbordadas.

 

Los límites del voluntarismo

 

La apuesta oficial es clara: llegar a octubre sin colapso cambiario y vender la narrativa de que el apoyo de Estados Unidos es inminente.

 

Pero cada día sin definiciones erosiona la credibilidad. La volatilidad financiera es hija del vacío político. Y el vacío político, del exceso de relato.

 

La administración Milei se mueve entre la fe ideológica y la presión pragmática. Quiere mostrar que el ajuste tiene premio, pero el mundo no paga por convicciones: paga por garantías.

 

Ni Trump ni el Tesoro están dispuestos a comprar riesgo argentino a ciegas. Y menos cuando la economía real muestra caída industrial, recesión en servicios y un humor social que se deteriora al ritmo del bolsillo.

 

En la jerga financiera, “show me the money” no es solo un reclamo: es un diagnóstico. Los inversores no piden milagros, piden credibilidad. Y el Gobierno, por ahora, solo ofrece titulares y voluntarismo. El embajador puede hablar de “inversiones sin precedentes”, pero el mercado no cotiza fe, cotiza resultados.

 

Argentina vuelve a vivir su dilema histórico: depender del dólar ajeno mientras se vacía el bolsillo propio. El plan económico no fracasa por falta de ideología, sino por exceso de promesas. 

 

Y si algo enseña la economía política es que el dinero, como la confianza, no se imprime: se construye. Por ahora, la respuesta del mercado sigue siendo la misma que en cada crisis argentina de las últimas décadas: Mostrame la plata, después hablamos.

 

 

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