El caso Karina Milei con interpelación en marcha

Tras el fallo que habilitó la censura previa, la oposición aceleró el tablero: juntan votos en el Senado y en Diputados para citar “Hermanísima”. El oficialismo intenta frenar en comisiones, pero el ataque a la prensa y el “no me presento” endurecieron posiciones.

Actualidad02/09/2025
NOTA

“Juicio Político” ya no se toma en broma

 

El blindaje se rompió donde menos esperaba el oficialismo: en el Congreso. Lo que hasta hace dos semanas era un tanteo tímido, hoy es operación legislativa concreta. La interpelación a Karina Milei pasó de globo de ensayo a poroteo fino: en el Senado se cuentan adhesiones transversales para llevarla al recinto; en Diputados, los proyectos avanzan en Salud y Discapacidad, mientras Asuntos Constitucionales —en manos libertarias— pisa el freno con “giro administrativo” estilo Menem. 

 

La novedad no es solo la velocidad, sino el tono: el fallo que habilitó censura previa contra los audios encendió a bloques que preferían la cautela. Cuando un juez manda callar a los medios para blindar a “El Jefe”, la política deja de hacerse la distraída.

 

Interpelar o no interpelar

 

Hasta el fin de semana, la aritmética indicaba prioridades: veto a Discapacidad y acotar DNU, luego ver lo de Karina y Lule. El fallo de censura barrió la moderación. UP, parte de la UCR y sectores provinciales migraron a una tesis simple: si hay mordaza a la prensa, hay micrófono en el Congreso. El argumento libertario —“Karina no es ministra”— se topa con el espejo: rango ministerial y órbita de máxima decisión. Si no explica ella, ¿quién? ¿Un community manager?

 

En Diputados, el atajo del presidente de la Cámara, Martín Menem, fue girar los pedidos a Asuntos Constitucionales para congelar; en la práctica, la oposición ya discute emplazar esa comisión desde el recinto. En Senado, el acuerdo anti-veto sumó bronca por la censura y elevó la probabilidad de interpelación. 

 

No será lineal ni prolijo —requiere mayorías especiales—, pero el piso político ya cambió: la palabra “interpelación” dejó de ser amenaza y se volvió trámite.

 

El “no me presento” y el efecto rebote

 

Del lado de Karina, el mensaje fue seco: no va. La réplica legislativa fue matemática: más firmas, más dictámenes, más sesión. El “no” sonó a desacato anticipado y barnizó de impunidad un caso ya espeso por ANDIS, coimas y proveedores. El oficialismo intentó convertir la escena en debate procesal (“la Constitución no la obliga”), pero dejó al descubierto el problema real: Karina no es fusible, es tablero. Tocar a Karina es tocar al Presidente, y esa simbiosis ata la estabilidad política a la suerte de una funcionaria sin voto, pero con poder de veto.

 

La Vice mira desde su balcón. Villarruel no necesita mover un dedo: la interna libertaria se incendia sola. El PRO acompaña a media máquina; los aliados marcan precio. Y en cada bloque opositor se repite la misma escena: con la mordaza judicial, ya no hay margen para hacerse el boludo.

 

De la interpelación a…..

 

Hasta hace poco, juicio político sonaba a sobreactuación. Hoy circula. No porque los números estén cantados, sino porque el combo —audios, coimas, censura, pedidos de allanamiento a periodistas— cambió el umbral de tolerancia. La ingeniería constitucional es conocida: 2/3 en Diputados para acusar, 2/3 en Senado para destituir. El libertarismo tiene bancada chica y deserciones; el PRO duda ante el costo reputacional de blindar a cualquier precio; los provinciales leen encuestas. ¿Alcanza? No todavía. ¿Se hace cuentas? Sí, por primera vez en serio.

 

El escudo oficial depende de dos variables: mantener bloque + PRO sin fisuras y contener nuevas filtraciones que agraven el cuadro. Pero el ataque a la prensa fue una torpeza estratégica: ordenó a la oposición, habilitó el marco democrático (libertad de expresión) y justificó institucionalmente la ofensiva. El impeachment deja de ser un grito y se vuelve escenario contingente si el Gobierno persiste en censura + negación + no separar.

 

Realpolitik sin maquillaje

 

El gobierno eligió apretar periodistas en vez de apartar sospechados; mordaza en vez de explicaciones; tuit en vez de gestión de daños. El Congreso respondió con lo que tiene: números y reglamento. Si Karina no habla, hablarán las comisiones; si Menem no abre, emplazarán; si Senado reúne 2/3, habrá interpelación. Y si el Ejecutivo insiste en confundir libertad de expresión con conspiración extranjera, el siguiente capítulo no será jurídico, será político.

 

El oficialismo se cree invulnerable con un juez que tapaba bocas. Descubrió tarde que censurar audios es más caro que explicarlos. La interpelación a Karina ya no es ruido: es ruta. Y el juicio político, ese fantasma que parecía lejano, entró en la mesa. Nadie sabe si caminará, pero todos ya hicieron cuentas. En el manual de crisis hay una regla vieja: cuando un gobierno persigue periodistas en lugar de limpiar la Casa, firma su propio parte de daño. El resto es trámite. Porque implícitamente estás dando la señal de que todo es cierto. 

 

El “no me presento” endureció a indecisos: lejos de cerrar el tema, sumó porotos para la interpelación y abrió la puerta a investigadoras.

 

 

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