YPF Nuclear y AYSA al servicio de las potencias

Francia busca asegurarse minerales críticos y energía atómica ante la pérdida de sus fuentes tradicionales, mientras Francia e Israel avanzan sobre recursos clave.

Actualidad25/07/2025
NOTA

Francia e Israel avanzan sobre recursos clave

 

Milei avanza con un plan extractivista que extranjeriza los recursos del país. Israel también juega: Mekorot va por el monopolio del agua a través de una gestión técnica a través de una empresa fachada.

 

La reactivación del Plan Nuclear Argentino anunciada por Javier Milei no es el regreso a la soberanía energética que sugiere el discurso oficial, sino el ingreso pleno a una lógica de entrega estratégica en el contexto de una disputa global por minerales críticos. Francia, sin uranio africano y sin gas ruso, busca asegurarse el control del subsuelo argentino. Y lo mismo ocurre con el agua: la empresa estatal israelí Mekorot aparece como candidata firme a quedarse con AySA. La extranjerización de recursos clave se disfraza de modernización, pero responde a una hoja de ruta que tiene nombre y apellido: alineamiento con Occidente, con Estados Unidos e Israel a la cabeza, y marginación total de China como actor relevante en el territorio.

El relanzamiento de “YPF Nuclear” como subsidiaria para la minería de uranio en Chubut fue celebrado en redes por el propio Milei con un escueto pero sugestivo “¡Vamos Argentina!”. Pero más que entusiasmo nacional, lo que hay detrás es una arquitectura pensada desde París. En su reciente cumbre con Emmanuel Macron en Niza, el presidente argentino acordó una “alianza para minerales críticos” que apunta a canalizar inversiones francesas en exploración, explotación y exportación. La razón es simple: Francia, cuya matriz energética depende en un 70% de energía nuclear, ha perdido sus fuentes tradicionales de uranio en Níger y otras zonas del Sahel, luego de los levantamientos soberanistas y golpes de Estado que desplazaron a gobiernos aliados del Elíseo.

Lo que Francia no puede obtener en África, lo buscará en América Latina. Y Argentina aparece como la nueva frontera, con el argumento ideal: necesita divisas, inversiones y promesas de desarrollo. La vulnerabilidad económica argentina se vuelve, otra vez, terreno fértil para el saqueo elegante.

Demian Reidel, hombre de máxima confianza de Milei y actual presidente de Nucleoeléctrica Argentina, fue clave en la negociación. Antes del anuncio formal, estuvo en París con representantes de EDF, Areva y Framatome, las tres compañías nucleares más poderosas de Francia. La ingeniería está armada: recursos argentinos, capital francés, tutela internacional. La promesa de “generar energía del futuro” encubre una política de dependencia energética reconfigurada, donde Argentina vuelve a aportar materia prima sin controlar ni el desarrollo tecnológico ni el valor agregado.

 

La falsa reindustrialización: extractivismo recargado

En simultáneo con la expansión del plan nuclear, el gobierno busca presentarse como impulsor de una “revolución productiva”. Pero las señales indican que no hay soberanía ni industria, sino un rediseño extractivo. Las mismas corporaciones que antes miraban al litio hoy afilan los dientes sobre el uranio, el cobre, el agua y el suelo. El Estado no planifica: entrega.

La maniobra se completa con una política exterior ideológicamente alineada con Estados Unidos e Israel, y cada vez más hostil hacia China. La brecha geopolítica es deliberada. En el nuevo tablero global, Washington necesita asegurarse que su patio trasero no caiga bajo influencia del gigante asiático, que ya avanzó con financiamiento en obras estratégicas como represas, satélites y centrales nucleares. Con la gestión Milei, ese rumbo se invierte. El nuevo bloque de poder –que une intereses franceses, israelíes y del capital financiero anglosajón– se propone desplazar a Beijing a cualquier costo.

En nombre del “libre mercado” se privatiza YPF, se extranjeriza el litio y se entrega el agua. Lo que en otros países sería una causa de escándalo nacional, aquí se viste de eficiencia fiscal. Pero el resultado es claro: Argentina se despoja de su capacidad de decidir sobre sus recursos vitales.

Mientras el gobierno celebra acuerdos y memorándums, lo que se juega en silencio es la pérdida del control nacional sobre lo esencial: agua, energía, subsuelo. Lo que se presenta como una era de modernización es, en rigor, la reedición de un viejo modelo: exportar naturaleza para importar dependencia. Milei ofrece el país como reserva de minerales para potencias en crisis energética. Y como caja de negocios para amigos del poder global.

El jacobinismo neoliberal que promete libertad entrega soberanía. El problema no es la falta de recursos, es quién decide sobre ellos. Y hoy, cada vez más, esas decisiones se toman lejos. Muy lejos.

 

 

Agua bendita

 

Mekorot, el Estado de Israel y el negocio oculto de AySA

Mientras Milei rezaba en el Muro de los Lamentos, en Buenos Aires se publicaba el Decreto 494/2025 que autoriza la venta del 90% de las acciones de AySA. El candidato más firme para quedarse con el servicio de agua y cloacas del AMBA no es argentino, se llama Mekorot, la empresa estatal de agua de Israel. Lo que parece una simple privatización es, en realidad, una cesión total de soberanía hídrica. Pero no se haría a cara descubierta ya que está empresa no puede tener activos en el exterior pero sí puede encargarse de la gestión técnica para una empresa tercerizada, la cual sería la fachada de otra empresa Israelí (pero convenientemente privada).

El vínculo se gestó durante la visita presidencial a Jerusalén. Según fuentes diplomáticas, ya se iniciaron las conversaciones con Mekorot, que vendría acompañada de socios locales: Mauricio Filiberti, proveedor histórico de AySA, y Daniel Sielecki, empresario cercano al gobierno. El sindicato de Obras Sanitarias ya manifestó su apoyo, asegurando su 10% en el reparto accionario.

La operación es delicada: se entregaría el control de un recurso estratégico a una empresa extranjera, con poder de cortar el servicio por falta de pago y subir tarifas sin freno. La experiencia de Mekorot en territorios ocupados palestinos ha sido cuestionada por organismos internacionales por su uso desigual y control geopolítico del agua. ¿Ese será el modelo a replicar en el conurbano?

En un contexto de pobreza creciente, esta decisión puede derivar en un escenario explosivo. Pero lo que importa al gobierno es cerrar el negocio. Asegurar inversiones a cambio de ceder el timón. Y dar una señal al aliado geopolítico por excelencia: Israel, que ahora no solo provee asesoramiento en seguridad, sino también en lo más vital: el agua. Pero, a través de otra empresa pantalla. 

 

 

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