Fred Machado amenaza con “hundirlo todo”

A días de su extradición a Estados Unidos, Fred “Fredy” Machado rompió el silencio y dejó un mensaje que retumbó en la Casa Rosada: “Si hablo, se cae el país”. Acusado de lavado y narcotráfico, su caída arrastra al gobierno, al PRO y a los libertarios en el peor momento electoral.

Actualidad19/10/2025
NOTA

La pesadilla continúa para los libertarios

 

Fred Machado no es un arrepentido cualquiera. Es un hombre con expediente, dinero, contactos y rencor. Un empresario del aire —literalmente, con más de cincuenta operaciones de compraventa de aviones— que tejió vínculos con todo el arco político, desde el macrismo hasta los libertarios. Hoy está en su casa de Viedma, comiendo yogur con granola y esperando que lo vengan a buscar para cumplir una condena que en Estados Unidos podría superar los 50 años.

 

Antes de que eso ocurra, decidió hablar. Y lo hizo con una frase que dejó sin aliento a medio gabinete: “Si hablo, se cae el país.” Según él mismo relató, el mensaje llegó a Santiago Caputo, el asesor presidencial más cercano a Milei. “Mensaje recibido”, fue la respuesta.

 

No hay forma elegante de traducir esa advertencia: fue un apriete. Pero también, una negociación encubierta. Machado sabe que su extradición es irreversible, y que su única carta para sobrevivir —o para reducir su condena— es entregar nombres, contratos y transferencias que conectan política, negocios y narcotráfico.

 

Una red interminable

 

Machado no cayó solo. Detrás suyo hay un entramado que huele a combustible y a poder. Su primo Claudio Ciccarelli obtuvo permisos de explotación minera en Río Negro, durante la gestión de Alberto Weretilneck. En el medio, aparecen empresas como Lácteos Vidal y vínculos con el Grupo Neuss, Frávega y hasta la vieja MacAir Jet de la familia Macri. El rompecabezas tiene una lógica perfecta: los negocios de siempre, con los nombres de siempre.

 

Y como si la historia necesitara una vuelta de tuerca más, José Luis Espert —sí, el mismo que hasta hace poco encabezaba la lista de Milei en la provincia de Buenos Aires— reconoció haber recibido fondos de Machado en su campaña de 2019. El video de Espert en la pileta, que detonó su salida, fue apenas la excusa: lo que estalló fue la trama del dinero sucio en la política nueva que prometía ser distinta.

 

Machado también mencionó aportes triangulados hacia la campaña de Patricia Bullrich en 2023. Y aunque la exministra lo niega, el solo hecho de aparecer en el radar de un hombre a punto de ser extraditado por lavado alcanza para arruinar cualquier relato de transparencia.

En paralelo, el gobernador Weretilneck intenta despegarse, reconociendo encuentros sociales pero negando vínculos comerciales. El problema es que los permisos mineros, los legisladores que los firmaron y los empresarios que los explotaron forman un triángulo demasiado visible como para simular inocencia.

 

El timing es perfecto… para el desastre. La extradición de Machado será el 5 de noviembre, apenas días después de las elecciones legislativas. En la Casa Rosada lo viven como una pesadilla en tiempo real: un escándalo judicial que estalla cuando el gobierno no logra controlar ni la economía ni la agenda pública.

 

Milei apostó todo a la estabilidad y terminó atrapado en la turbulencia: inflación reprimida, dólar sostenido con dólares ajenos y ahora, un caso de financiamiento espurio que amenaza con devorarse a medio oficialismo. El círculo se cierra: la promesa de pureza libertaria se mancha con la misma mugre que decían combatir.

 

En la política, nada se derrumba solo. Se empuja. Y Machado, desde su arresto domiciliario, acaba de empujar fuerte. Su amenaza no es solo un gesto de supervivencia: es una jugada de poder. Porque mientras los medios hablan de su extradición, él marca la agenda y pone nerviosos a todos los que alguna vez le atendieron el teléfono.

 

La frase que repite ante quien quiera escucharlo suena más a sentencia que a delirio: “Yo hablo y se cae el país.” Y si algo enseñó la historia argentina, es que los que no tienen nada que perder son los más peligrosos.

 

 

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