La inflación de octubre acelera y hay miedo en góndolas

Los alimentos suben entre 2 % y 4 % en las primeras semanas del mes y la incertidumbre cambiaria reaviva la tensión. La caída del consumo ya no alcanza para contener las remarcaciones: el fracaso del plan económico y la duda sobre la ayuda de Washington comienzan a trasladarse a precios.

Actualidad15/10/2025
NOTA

El mercado ya eligió su refugio: los precios. Tras un septiembre que frenó la desinflación, octubre empezó con subas fuertes en alimentos y señales de alerta. Las consultoras privadas registran aumentos de entre 2 % y 4 % en carnes, lácteos, frutas y verduras, impulsados por un fenómeno clásico de las economías sin ancla: el miedo. 

 

A menos de dos semanas de las elecciones, el fracaso del programa de Milei, la incertidumbre sobre el apoyo de Estados Unidos y el temor a una devaluación posterior están recalentando la inflación.

 

El miedo como política económica

 

Según la firma C-P, la inflación de alimentos podría ubicarse en torno al 2 % mensual, aunque con riesgos al alza. Las góndolas reflejan un mercado que dejó de creer. La economía no crece, el salario real sigue en caída y la política cambiaria perdió credibilidad. En ese contexto, los comerciantes se cubren. No remarcan porque vendan más, sino porque temen vender barato lo que después deberán reponer más caro.

 

La consultora lo resume con crudeza: “El pass-through está contenido, pero con costos reales y sociales cada vez más evidentes”. Dicho en criollo: la recesión amortigua los precios, pero al costo de asfixiar al consumo y destruir ingresos. En el AMBA, las ventas en comercios barriales caen más del 12 % y las pymes retroceden más del 4 % anual.

 

Lo paradójico es que ese derrumbe del consumo, que durante meses fue el principal freno de la inflación, ya no alcanza para frenar la desconfianza. Los precios vuelven a moverse por expectativas, no por demanda.

 

La política se pasa a precios

 

El desconcierto no es solo económico. En los mercados, el respaldo norteamericano dejó de generar calma. La intervención del Tesoro de Estados Unidos y los anuncios de líneas de crédito por US$ 40.000 millones no despejaron las dudas: el dinero no llega al bolsillo de la gente, ni a la producción, ni a los salarios. El “rescate” aparece como un blindaje para el Tesoro argentino, no como una solución para la economía real.

 

El problema es que la política perdió poder explicativo. La narrativa oficial, que prometía estabilidad y crecimiento a cambio de disciplina fiscal, se deshilacha ante la evidencia: menos gasto, menos obras, menos consumo, y sin embargo los precios vuelven a subir. El sueño de la “moneda fuerte” se convierte, una vez más, en una profecía autocumplida de inestabilidad.

 

En este escenario, los aumentos en alimentos funcionan como un termómetro del ánimo social. Cuando los hogares empiezan a stockear o los comerciantes se cubren, el mercado deja de ser un lugar de intercambio y se transforma en un espacio de defensa. Cada remarcación es un mensaje: nadie confía en lo que viene.

 

El preludio de la estampida

 

Las consultoras coinciden en que octubre cerrará con una inflación similar o superior a la de septiembre, en torno al 2 % general, con tendencia ascendente. La clave será la última semana previa a las elecciones, cuando históricamente los formadores de precios aprovechan la incertidumbre para “adelantar aumentos”.

 

Pero lo que preocupa no es el número: es la dirección. Si la tensión cambiaria se traslada al dólar y de allí a los alimentos, el mes podría marcar el comienzo de una nueva espiral. Las expectativas devaluatorias, más que la economía en sí, están empujando los precios hacia adelante.

 

La inflación no es hoy una sorpresa, sino una advertencia. Los precios están contando lo que el Gobierno no dice: que el modelo financiero se agotó y que ni el salvataje estadounidense alcanza para frenar la desconfianza.

 

Mientras el ministro celebra la ayuda de Washington y Milei promete estabilidad “con el poder de Trump”, la economía real se defiende como puede: subiendo precios, acortando porciones, remarcando silenciosamente en los barrios. No es especulación: es supervivencia.

 

 

 

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