El tercio legislativo: ganar con blindar vetos y decretos

En la recta final hacia las legislativas, el oficialismo bajó sus ambiciones: ya no sueña con imponer leyes, sino con bloquearlas. La meta es conseguir el tercio del Congreso que le permita vetar, resistir y seguir manejando el tablero sin ceder poder.

Actualidad22/10/2025
NOTA

El presidente puede ganar, perdiendo

 

Javier Milei ya no vende futuro: vende resistencia. A días de las elecciones, el discurso libertario dejó de prometer reformas y empezó a hablar de defensas. No se trata de conquistar el Congreso, sino de construir un tercio blindado que evite que la oposición lo desarme. Lo dijo él mismo, sin maquillaje: “Un buen resultado es armar el tercio para defender los vetos.” 

 

El mensaje fue para todos, pero la traducción real es una sola: supervivencia institucional. En criollo, Milei asume que el viento electoral no sopla a favor y que, si no logra ese piso parlamentario, sus decretos —los que sostienen el relato del ajuste virtuoso— podrían volar por los aires con la primera mayoría legislativa en contra.

 

El tercio como trinchera

 

En la Casa Rosada lo saben: el “tercio” no es un número, es un escudo político. Con 90 diputados propios y prestados del PRO, Milei podría vetar leyes hostiles y frenar intentos de revertir sus decretos de necesidad y urgencia. El problema es que ese poroto depende de Mauricio Macri, y Macri no es hombre de favores gratis.

 

El ex presidente mantiene la distancia calculada: se mostró amable en Olivos, pero no se subió a la campaña. Ni foto, ni discurso, ni aval explícito. En cambio, envió un mensaje que cayó como un misil en el entorno libertario: pidió “diálogo político serio”. 

 

Traducido del macrismo: “Si te va mal, no cuentes conmigo para sostenerte.” La respuesta llegó sin intermediarios: Santiago Caputo, hoy más jefe que asesor, recordó públicamente que “cualquier diálogo será bajo el liderazgo del presidente”. 

 

Washington como socio mayoritario

 

En medio de la campaña, los gestos hacia Estados Unidos se volvieron más intensos. Barry Bennett, el enviado del ala trumpista que funciona como handler político de la administración libertaria, aterrizó en Buenos Aires para marcar límites.


Pidió frenar la reforma de la ley de DNU y el reparto del impuesto a los combustibles, advirtiendo que “no habrá rescate si el Congreso se desordena”. Traducción: los dólares y los apoyos institucionales dependen de que Milei mantenga el ajuste y el control legislativo.

 

El mensaje fue directo: Estados Unidos respalda a Milei, mientras Milei sea funcional. Y el presidente lo entendió. De hecho, su entorno repite que el tercio no solo garantiza gobernabilidad interna, sino confianza externa. Sin esa base, la administración libertaria corre el riesgo de ser vista como interinato de mercado: útil mientras obedece, descartable si tropieza.

 

El Senado, territorio enemigo

 

La Cámara Alta es el talón de Aquiles del mileísmo. Ni con la mejor elección alcanzarían el número para manejar agenda propia. Por eso el objetivo no es conquistar, sino neutralizar. En la práctica, Milei busca que el Senado sea un ring sin nocaut: él veta, ellos no avanzan.

 

Esa es la nueva épica libertaria: no gobernar, resistir. Y para eso necesita que el Congreso sea un campo minado. La ofensiva de EE. UU., la tensión con Macri y el reposicionamiento de Caputo se articulan bajo una misma premisa: el poder ya no se mide por cuántas leyes aprobás, sino por cuántas podés bloquear.

 

En paralelo, el peronismo (bajo el nuevo sello Fuerza Patria) intenta usar la carta antiimperialista: mostrar a Milei como un delegado de Trump, en un país donde la imagen del expresidente estadounidense roza el 65 % de rechazo. Pero incluso esa jugada revela debilidad: ni la oposición confía en sí misma. Lo único que une a todos los bandos es el espanto —y la certeza de que el resultado electoral definirá quién maneja los hilos del caos.

 

 

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