Lamelas encendió una mecha que Milei no puede apagar

El embajador de Estados Unidos pateó el tablero con declaraciones que insultan la soberanía argentina y terminaron alineando a gobernadores de todos los colores.

Política 23/07/2025
NOTA

La pelea entre la Casa Blanca, la Casa Rosada y las provincias escala en un escenario donde el federalismo empieza a recuperar voz y fuerza.

La escena parecía escrita por un guionista afiebrado: el embajador designado por Donald Trump para la Argentina, Peter Lamelas, se presentó ante el Senado de su país no solo para prometer una alianza "sin precedentes" con Javier Milei, sino también para anunciar que saldrá a "vigilar" a los gobernadores argentinos, como si el país fuera un patio trasero intervenido. Y no se detuvo ahí: atacó a China, se pronunció sobre la situación judicial de Cristina Kirchner y opinó sobre las Malvinas. Todo en una misma comparecencia. Todo como si la soberanía argentina fuera una simple figura decorativa.

El impacto fue inmediato. Axel Kicillof lo dijo sin vueltas: "Un enviado diplomático no puede comportarse como si fuera un tutor de las políticas soberanas del país que lo recibe". Y remató: "Lamelas go home". Con eso solo ya había abierto la puerta a un repudio generalizado.

Sergio Ziliotto desde La Pampa fue igual de directo: "No aceptamos, ni aceptaremos, intromisiones externas que busquen disciplinarnos". Ricardo Quintela, desde La Rioja, marcó que Lamelas es un "visitante temporal" y que ningún extranjero decidirá por el futuro del país. Gustavo Melella, desde Tierra del Fuego, se plantó con una frase que quedó retumbando: "En Tierra del Fuego no nos dejamos disciplinar por nadie". Hasta hubo una estocada final: "Deje de ser socio de los usurpadores británicos". Las provincias, usualmente silenciadas en la agenda mediática, volvieron al centro de la escena con un rugido colectivo.

Lamelas, sin querer, le dio a los gobernadores lo que Milei les había negado: una causa común. Porque mientras el Presidente sigue apostando a la confrontación permanente con los mandatarios provinciales —desfinanciándolos, atacándolos en redes, amenazando con vetos—, el diplomático estadounidense les ofreció una excusa perfecta para responder sin fisuras. El Senado lo confirmó: 56 votos contra uno aprobaron los proyectos impulsados por los gobernadores. Una verdadera goleada política contra la Casa Rosada.

El gesto que tuvo más impacto fue que incluso gobernadores antes cercanos a Milei se sumaron a la línea crítica. Osvaldo Jaldo, de Tucumán, que había roto con su bloque para armar la bancada Independencia y apoyar al oficialismo, fue uno de los impulsores del proyecto de distribución de recursos que se aprobó en la Cámara alta. Milei no lo perdonó: en el acto del 9 de Julio, lo dejó desairado. Pero Jaldo ya estaba de vuelta.

El Gobierno no solo pierde aliados, pierde control narrativo. Porque mientras el Presidente repite que los gobernadores son "parte del partido del Estado" y que solo buscan "el poder y la de ellos", son precisamente esos gobernadores los que están garantizando el funcionamiento institucional del país. Lejos de ser un obstáculo, se convirtieron en el único contrapeso visible a un Ejecutivo que se conduce como un francotirador ideológico.

El caso de Córdoba es revelador. Martín Llaryora, que había acompañado a Milei en varios proyectos, felicitó públicamente a la senadora Alejandra Vigo por su voto a favor de la ley que redistribuye los fondos de ATN y combustibles. Vigo, esposa de Juan Schiaretti, acaba de cerrar una alianza electoral con el radicalismo crítico a Milei en Buenos Aires. El peronismo cordobés se aleja cada vez más de la Rosada.

En paralelo, el gobierno nacional anuncia vetos y amenazas de impugnación judicial para todo lo que el Congreso vote si no viene firmado por Karina Milei. Pero ni los vetos están garantizados: los "87 héroes" que sostuvieron el veto presidencial en Diputados el año pasado ya no están. Y la estrategia de judicializar leyes —algo inviable constitucionalmente— suena más a berrinche que a plan.

Mientras tanto, en la trastienda, los gobernadores se mueven. El Consejo Federal de Inversiones fue escenario de una secuencia de reuniones que terminaron en el armado del paquete de leyes que ahora pone en jaque el relato de superávit de Milei. Los fondos que no se coparticipan, las rutas que se deterioran, los recortes en transporte y educación, todo está volviendo como boomerang.

Y todo eso está pasando mientras Lamelas, con su porte de sheriff global, sigue declarando que Cristina Kirchner debe ir presa, que hay que vigilar a las provincias para que no se corrompan con China y que Estados Unidos mantendrá una alianza firme con el Presidente libertario. Difícil imaginar una estrategia diplomática más torpe y contraproducente. Difícil no ver que esta opereta diplomática empodera a los mismos a los que quería disciplinar.

En esta trama donde se mezclan geopolítica, federalismo y un gobierno que juega al límite, hay algo que está claro: los gobernadores encontraron su voz, el Congreso encontró su función, y el embajador Lamelas, sin quererlo, terminó siendo el catalizador de una oposición que se sacudió la modorra. Mientras tanto, Milei sigue bailando con Trump. Pero la música, acá, ya cambió.

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