
En un acto cargado de definiciones políticas, el gobernador bonaerense cuestionó el modelo económico nacional y defendió la industria como motor del desarrollo. El Congreso Productivo se consolidó como un espacio clave de articulación territorial.
En San Vicente, Axel Kicillof encabezó un acto de alto voltaje político y lanzó un mensaje directo contra el Gobierno nacional. A semanas del cierre de listas, el gobernador bonaerense profundiza su perfil opositor con gestión, obra pública y un discurso en defensa del Estado y los derechos colectivos.
Política 16/07/2025Axel Kicillof no esperó el calendario oficial para entrar en modo campaña. Lo hizo desde la gestión, desde el territorio y desde un acto simbólicamente potente: la inauguración de una escuela secundaria en San Vicente, junto a estudiantes, docentes y familias. Desde allí lanzó un mensaje sin eufemismos: “Viene el momento más sagrado, hay que decidir si defendemos lo que tenemos o dejamos que lo destruyan”. En ese eje construyó todo su discurso.
El gobernador bonaerense se plantó con firmeza frente al proyecto de Javier Milei, al que definió como una amenaza directa a la salud pública, la educación y los servicios esenciales. No fue una declaración aislada: fue una línea de tiempo. Desde que asumió el nuevo gobierno nacional, Kicillof escaló gradualmente su perfil opositor, no solo con críticas, sino con hechos. Y ahora, en la previa de las elecciones del 7 de septiembre, consolida ese posicionamiento con una narrativa clara: el Estado no es un gasto, es una herramienta.
El edificio inaugurado —la escuela secundaria N° 14— no fue solo el marco para un acto institucional. Fue el argumento central: la obra se hizo con fondos provinciales, en plena etapa de recorte presupuestario nacional. “El Gobierno de Milei nos sacó la plata”, denunció el gobernador, y lo contrastó con los 263 edificios escolares inaugurados por su administración desde 2020. No hay metáfora: hay ladrillos.
Una patriada con tono de convocatoria colectiva
En San Vicente no hubo grises. Kicillof se mostró dispuesto a dar una batalla política y simbólica contra el modelo libertario, pero sin caer en consignas vacías. Lo hizo desde una consigna concreta: “Sumemos fuerzas”. Invitó a docentes, familias, estudiantes, intendentes y militantes a sostener con organización y voluntad lo que la motosierra amenaza con arrasar.
“La educación pública, la salud, el asfalto, los centros de salud, no son lujos. Son derechos. Son la base de cualquier sociedad que quiera tener futuro”, dijo el mandatario provincial. Y fue más allá: definió su gestión como una política de reparación ante un Estado que históricamente llega tarde a los barrios. “Una vez que se ubica la población, empezamos a ver que falta de todo. El Estado corre de atrás. Pero llega. Y cuando llega, transforma”, remarcó.
El eje discursivo no se limitó a una defensa nostálgica del Estado. Fue una afirmación de presente y una promesa de continuidad. Para Kicillof, lo público no es retórica, es obra concreta. Y desde ahí busca contrastar con el relato de desregulación, destrucción y meritocracia que profesa Milei desde la Casa Rosada.
El tiempo político se acelera
Con la mirada puesta en el cierre de listas y el armado electoral en cada sección bonaerense, Kicillof afianza su liderazgo como principal opositor al gobierno nacional. La ecuación política que lo rodea —una oposición fragmentada, un peronismo en estado deliberativo, y una gestión que muestra resultados— lo posiciona como referencia inevitable de cara a lo que viene.
En San Vicente no solo se habló de educación. También se puso en escena el modelo que se quiere defender: el de un Estado que no se retira, que acompaña, que construye. Frente a la avanzada libertaria que propone dinamitar todo lo que suene a estructura pública, el gobernador ensaya una resistencia activa, sin resignarse al papel de víctima. En cambio, convoca a un proyecto de país que no se rinde ni se privatiza.
El cierre es político, no administrativo
Kicillof sabe que la campaña ya empezó. Y también sabe que el peronismo no tiene tiempo para debates estéticos: debe decidir si juega a la interna o enfrenta con decisión al Gobierno de Milei. En esa encrucijada, el gobernador bonaerense eligió el camino más difícil: resistir desde la gestión, mostrar resultados concretos y al mismo tiempo, levantar la voz. Porque para él, lo que está en juego no es solo un cargo, sino un modo de vivir y de entender el país.
“Sumemos fuerzas”, repitió. No es solo un llamado electoral. Es una advertencia: el futuro no se construye con algoritmos ni con recortes. Se construye con comunidad, con política y con convicción.
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