
La exposición de un off the record del ministro Caputo evidenció lo que los números ya marcaban: el ancla fiscal también tiene fuga, las reservas no alcanzan y el tipo de cambio vigente es insostenible en el mediano plazo.
La historia ha marcado un punto de inflexión: Cristina Fernández de Kirchner fue condenada por corrupción en la causa conocida como “Vialidad”.
Actualidad18/06/2025Por Gerardo Molina
Aunque los recursos judiciales por otras causan seguirán su curso, el juicio moral ya está dictado: la expresidenta encabezó un aparato de poder que hizo del Estado un botín y de la política una herramienta de saqueo.
Esta condena no es solo una cuestión legal: es un acto de justicia moral, el reconocimiento de que el parasitismo institucionalizado, el colectivismo sentimental y el saqueo bajo bandera de “inclusión social” son destructivos por esencia.
Cristina no fue un caso aislado. Fue la figura emblemática del populismo argentino: una ideología que romantiza el resentimiento, demoniza al mérito y glorifica el robo si se hace “por el pueblo”. No hay derechos que surjan del sacrificio ajeno, y que ninguna redistribución forzada puede considerarse virtuosa.
Cristina intentará, como ya lo ha hecho, posicionarse como víctima de una supuesta persecución judicial. Convertirá la condena en parte de su relato épico, intentando preservar su base electoral emocional. Lo previsible: actos, discursos y llamados a una épica defensiva que ya no enamora como antes.
La pregunta crucial no es qué hará Cristina. Es qué hará la sociedad. ¿Seguirá premiando el relato del saqueo carismático? ¿O comenzará a valorar la honestidad, la productividad, el respeto a la ley y la libertad individual como verdaderos principios de progreso?
Argentina está ante una bifurcación histórica. Puede optar por seguir esclava de los mitos del colectivismo, de la cultura de la dádiva, del odio al exitoso y de la tolerancia a la trampa.
O puede iniciar un renacimiento basado en la ética racional del individuo libre. La condena a Cristina Fernández no cambiará el país. Lo que puede cambiarlo es el reconocimiento colectivo de que el saqueo disfrazado de justicia social es inmoral.
Lo que puede transformarlo es entender que la corrupción no es un desvío, sino la consecuencia
lógica de un sistema que niega la propiedad, el mérito y la libertad.
Escritor, Analista internacional. Pensador objetivista.
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