Milei le dio la espalda a Kicillof tras la paliza en PBA

El gobernador pidió formalmente una reunión para discutir la situación política y económica del país. Milei no respondió y solo recibió un saludo protocolar de Guillermo Francos. En la Casa Rosada ya circula el rumor: no habrá diálogo con la provincia que concentra el 40% del PBI y de la población argentina.

Actualidad08/09/2025
NOTA

No se reunirá con el Gobernador

 

Las urnas hablaron en la provincia más grande del país y dejaron un ganador indiscutible: Axel Kicillof. El gobernador bonaerense consiguió que el peronismo volviera a triunfar en una elección de medio término después de dos décadas. La foto era ineludible: Milei perdió por trece puntos en un territorio que concentra la caja, los votos y la conflictividad social. Pero la respuesta de la Casa Rosada fue tan reveladora como el resultado: silencio.

 

Kicillof pidió por cuarta vez una reunión formal con el presidente. Quería discutir lo que importa de verdad: la pérdida de empleos, los salarios que no alcanzan, la infraestructura que necesita coordinación entre Nación y Provincia. Pero el WhatsApp presidencial nunca sonó. Quien apareció fue Guillermo Francos, el jefe de Gabinete, que le envió un mensaje de felicitación sin contenido político. Cortés, prolijo, protocolar. Como quien despacha un trámite.

 

El contraste fue brutal. Mientras Lula da Silva, Boric, Yamandú Orsi y hasta la vicepresidenta de España lo llamaban para saludarlo, en su propio país Kicillof no recibía ni un guiño de Milei. La Casa Rosada se enredaba en reuniones de gabinete donde se discutía cómo maquillar la derrota, mientras el gobernador que gobierna sobre 17 millones de argentinos pedía diálogo.

 

El rumor empezó a correr con fuerza: Milei no lo va a recibir. La decisión no es administrativa, es política. El presidente que nacionalizó la elección bonaerense ahora se niega a asumir la consecuencia de haberla perdido. Prefiere encerrarse con Karina, Lule y su mesa chica antes que abrir la puerta al hombre que emergió fortalecido del domingo.

 

El problema es que no se trata de un capricho personal. Buenos Aires representa casi el 40% del PBI y la población nacional. Cualquier política de infraestructura, seguridad o financiamiento necesita coordinación con la provincia. Negarse al diálogo no solo es un gesto de desprecio: es poner en riesgo la gobernabilidad. Milei insiste en que “nada va a cambiar” en el rumbo económico, pero el resultado en la provincia más dura del país le marcó que el ajuste tiene un límite.

 

Kicillof, por su parte, fue claro. Dijo que el voto del domingo castigó “la alevosía y el disfrute sádico del ajuste” y que el resultado fue un plebiscito para ambas gestiones. Para el gobernador, el triunfo categórico es también un mandato: construir una alternativa que frene el autoritarismo y le devuelva centralidad a la política como herramienta de gestión. Por eso insiste en reunirse con Milei, no para discutir Keynes contra Hayek —como ironizó—, sino para frenar la pérdida de trabajo y la precarización que atraviesan a su distrito.

En la Casa Rosada leen al revés. Creen que el resultado fue un problema de comunicación y no de política económica. Francos lo admitió con honestidad brutal: “la macro crece, pero no llega a la gente”. La frase parece un epitafio. La economía política no se mide en planillas de Excel, se mide en changuitos del supermercado y en salarios que se terminan el día 20. Ahí fue donde Milei perdió la provincia y donde, si no reacciona, seguirá perdiendo legitimidad.

 

La derrota bonaerense dejó al Gobierno en estado de shock. Y la reacción no fue tender puentes sino levantar muros. Milei puede insistir en que “no hay nada que cambiar”, pero la foto de Kicillof recibiendo mensajes de mandatarios internacionales y el silencio del presidente argentino ya es un símbolo. El peronismo volvió a ganar en Buenos Aires, Milei eligió ignorarlo y Occidente lo está mirando.

 

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