El ascenso evangélico en el Congreso: guiños y agenda propia

Por primera vez, una camada numerosa de legisladores evangélicos desembarca en el Congreso bajo el paraguas de La Libertad Avanza. El cristianismo evangélico, más afín al individualismo libertario que al comunitarismo católico, comienza a tallar en la rosca y en el diseño de las reformas.

Actualidad14/11/2025
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La política argentina está viviendo un reordenamiento silencioso, pero profundo. Mientras el debate público se concentra en la economía, las reformas y la gobernabilidad, avanza un fenómeno que reconfigura actores, identidades y representación: la entrada masiva de dirigentes evangélicos al Congreso y el creciente peso de las iglesias en la mesa chica del mileísmo. Lo que antes eran casos aislados –algún diputado suelto, una dirigente con discurso espiritual, un pastor asesorando por fuera– hoy se transforma en un ecosistema político-religioso con volumen, agenda y expectativa de incidencia.

La Libertad Avanza es el vehículo. Javier Milei, con su discurso pro Israel, antiestatista, moralmente conservador y culturalmente anti-progresista, habilitó una puerta que el catolicismo institucional nunca reclamó y que el evangelismo, en cambio, estaba esperando desde 2018, cuando el debate del aborto funcionó como despertar identitario.

Hoy, la frase de Nadia Márquez, pastora y senadora electa, sintetiza el clima: “No hay una bancada evangélica. Hay evangélicos con banca”. Es una forma elegante de decir lo obvio. No tienen bloque propio, pero tienen agenda, afinidad ideológica y un presidente que los recibe en la Casa Rosada como si fueran parte de la coalición de gobierno.

 

Un nuevo actor político: evangélicos con banca, no bancada

Hasta hace pocos años, la política nacional veía al evangelismo como un actor periférico. Tenía presencia territorial, incidencia cultural, peso social, pero escasa traducción institucional. Esa etapa terminó. El 10 de diciembre ingresarán al Congreso dirigentes como Märquez y Vilma Bedia en el Senado, y Gastón Riesco, Soledad Mondaca, Mónica Becerra, Miguel Rodríguez y Maira Frías en Diputados. No son espontáneos. Llegan por un vector claro: La Libertad Avanza.

El argumento que circula en ese universo es simple. Si querían incidir en leyes vinculadas a familia, educación, salud mental o aborto, debían ocupar lugares de decisión. La experiencia de 2018 –cuando el Congreso debatió la legalización del aborto– los marcó a fuego. “Ahí entendimos que para influir en la ley había que estar dentro del Congreso”, repiten.

No sorprende, entonces, que se identifiquen con Milei. El libertarismo ultra individualista, que reivindica el mérito personal, la autosuperación, el emprendedurismo moral y el combate contra lo que llaman “ideología de género”, encaja mejor con el ethos evangélico que el comunitarismo católico, siempre más estatista, más horizontal, más ligado a la liturgia del cuidado colectivo.

En el ecosistema libertario, los evangélicos no están aislados. Miles de fieles militan en barrios, cárceles, comedores, microemprendimientos. Son redes vivas de organización social, y en una Argentina fracturada, el mileísmo los reconoce como un actor útil, disciplinado y capilar. A diferencia del peronismo, que siempre convivió con el catolicismo, Milei apuesta a un vínculo directo con los pastores y los templos. Lo mostró con claridad cuando celebró en Casa Rosada el día de las Iglesias Evangélicas y recibió la oración de líderes de Aciera junto a Karina Milei, Manuel Adorni y Diego Santilli.

Y lo selló cuando se reunió con Franklin Graham, el predicador estadounidense cuyo evento multitudinario en Vélez Sarsfield fue leído como una foto política: los libertarios abrazando un cristianismo conservador global.

 

La agenda: conservadora, silenciosa y estratégica

Los evangélicos con banca insisten en que no vienen a “imponer una agenda confesional”. Pero la realidad es más matizada. Aseguran que su prioridad será aprobar las reformas del Poder Ejecutivo: Presupuesto, reforma laboral, reforma impositiva y el nuevo Código Penal. Después, dicen, habrá tiempo para su propia agenda conservadora.

¿Qué implica esa agenda?
• Revisión de la Ley de Salud Mental, tema prioritario para Márquez.
• Discusiones sobre el alcance de la ESI, a la que apoyan “si se ajusta al texto de la ley”, es decir, si evita contenidos que consideran “ideológicos”.
• Eventual debate sobre aborto, aunque reconocen que Milei no lo impulsará ahora porque “no están los números”.
• Defensa de la libertad religiosa y del reconocimiento formal de las iglesias, algo que el Decreto 486/2025 ya avanzó.

No es casualidad que muchos de estos dirigentes vengan de escuelas, organizaciones educativas y redes comunitarias. La disputa cultural por el aula es un capítulo clave. El caso de AMEN, el colegio neuquino que sancionó a Márquez tras un debate con Agustín Laje y Nicolás Márquez, funciona como hito fundacional para su salto a la política. Es el síntoma del nuevo clima: la política como defensa del territorio educativo.

Pero más allá de los temas, la influencia se mide en la rosca. Tener seis legisladores disciplinados, con fuerte identidad moral y lealtad al Presidente, es valioso en un Congreso fragmentado. No será un bloque confesional, pero sí un núcleo de votos firmes para las batallas más tensas.

 

Un Milei que sealeja del catolicismo 

Milei siempre mostró simpatía por el judaísmo, no por la liturgia política del catolicismo argentino. En su cosmovisión, Israel es faro moral, los rabinos son interlocutores filosóficos y la comunidad judía representa un orden intelectual admirado. En la fe católica, Milei ve estatismo, culpa y redistribución moral. En el evangelismo, ve mérito, autocreación, responsabilidad individual, moral conservadora y estructura territorial sin jerarquías rígidas.

Ese modelo calza mejor con su narrativa del “self made man” y con el rechazo visceral al verticalismo católico, donde la Iglesia funciona como comunidad antes que como emprendimiento.

Por eso los gestos a los pastores son simbólicos y tácticos a la vez. Hablan un idioma común: el de un individuo salvo por sí mismo, un Estado reducido a su mínima expresión moral y una familia como núcleo ético de la sociedad. Milei les da reconocimiento institucional; ellos le devuelven legitimidad moral en sectores populares.

La política argentina cambia mientras todos miran la macro. El ascenso evangélico es parte de ese movimiento tectónico. No será una revolución religiosa, pero sí un nuevo actor con poder de voto, territorialidad y afinidad presidencial. En un Congreso sin mayorías estables, cada bancada invisible cuenta. Milei lo sabe. Y ellos también.

 


Por primera vez, seis legisladores evangélicos ingresan al Congreso bajo el sello de La Libertad Avanza. No forman una bancada formal, pero comparten identidad conservadora y afinidad con la agenda moral del mileísmo.

 

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